30/4/09

Austeridad para todos

Ya está aquí. Ya tenemos entre nosotros la famosa crisis de la que se comenzó a hablar cuando sólo era una nube sobre el paraíso de la especulación más salvaje que se recuerda por estos lares. Especulación especialmente en el ámbito de la construcción, más que en la construcción, en la compra-venta de solares-, seguro estoy que los que más han ganado en estas revueltas aguas han sido aquellos que no se manchan con el yeso y el cemento, aquellos que ni tienen grandes plantillas de trabajadores, ni arriesgan un duro en una empresa que produce y transforma-, simplemente compran a un precio y venden a diez, o a cien veces más caro, gracias sus habilidades comerciales, a sus contactos, a sus informaciones privilegiadas, aunque no sea así en todos los casos.

El negocio ha sido impresionante para esas inmobiliarias que aparecían de la noche a la mañana (con Mercedes, BMW y Jaguars a la puerta), cualquiera que abría una oficina y se hacía rico en cuatro días. No digamos las entidades crediticias (con sus intereses desinteresados, sus comisiones de apertura, cierre y subrogación), los despachos de notarios y registradores de la propiedad… Ha sido una bacanal del beneficio rápido y abundante, para algunos más que para otros.

Pero de repente, las malas artes de algunas entidades hipotecarias estadounidenses, salpicaron a los inversores bien intencionados europeos y la enfermedad corrió como la pólvora, de repente todo lo que tiene que ver con la construcción es peligroso. Ya no hay créditos, ni blandos ni duros, ni para constructores, ni para jóvenes, ni para inmigrantes… Uno no sabe en qué están invirtiendo nuestros ahorros los bancos, a quién le prestan ahora para obtener esos jugosos dividendos de los que vienen presumiendo años tras año.

El problema colateral que nos plantea la crisis es que una fuente de ingresos, dicen que la más importante, de los Ayuntamientos era la recalificación, las licencias y proyectos de obras, si esta “mina” se ha cerrado temporalmente, ¿de dónde sacarán los dineros para cubrir los gastos que demanda una ciudad, un pueblo…? Y, sobre todo, serán capaces de adaptarse a las circunstancias- como se nos exige a los ciudadanos- y no gastar más de lo que ingresan, serán capaces de gastar con la cabeza y no ser manirrotos? ¿Mantendrán los impuestos, los reducirán como ha prometido la alcaldesa de Valencia, o los subirán para compensar el déficit previsible?

Lo vamos a saber muy pronto, me temo.

12.11.08

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