30/4/09

Las cosas como son

Con motivo de la muerte de dos soldados españoles en Afganistán me planteo un par de cuestiones. La primera es la necesidad de la permanencia allí de tropas europeas y americanas, partiendo de la premisa de que, en mi opinión, se ha explicado poco y mal esa necesidad.

La segunda es la causa. La justificación más escuchada es la de impedir la constitución de un Estado terrorista, un Estado dirigido por talibanes que apoyaría y fomentaría el terrorismo internacional de los fundamentalistas islámicos, tal como ocurrió con el origen del ataque a las torres gemelas por parte de suicidas formados y financiados en ese país que, además, cobijó y cobija seguramente a Bin Laden.

Esto me lleva a opinar sobre las reacciones, cada vez más exageradas, por parte de los políticos frente a la muerte de soldados en misiones externas. A nadie deja indiferente la noticia de que un vehículo del ejército español ha saltado por los aires y, como consecuencia, han perdido la vida uno, o varios soldados. A nadie. Pero se han escuchado estos días comentarios en los medios de comunicación sobre una supuesta indemnización de ciento cincuenta mil euros, prevista por el Gobierno para cada asoldado muerto (además de la pensión, de por vida, a la viuda), se ha hablado de medallas al mérito, se les ha calificado de héroes…

Todo esto parece un exceso. Un exceso en el deseo de solidarizarse con las familias afectadas pero… nada de estas indemnizaciones multimillonarias, nada de medallas, nada de tratamiento de héroes se les ofrece a los trabajadores que mueren cada año en el desempeño de su trabajo, tan sólo la paga que legalmente le corresponda- salvo que los tribunales decidan que hay una responsabilidad por parte de la empresa contratante-, nada de ceremonias pobladas de generales, ministros, presidentes, reyes… nada de eso se les ofrece- en buena lógica- a los héroes anónimos que suben a un andamio, a una torre, o se embarcan para conseguirnos ese pescado fresco que comemos a menudo.

¿Qué diferencia hay entre un trabajador, de cualquier sector, y un soldado a sueldo? Yo no la veo. Se trata de una elección personal. El soldado tiene la posibilidad- más que cierta de, durante decenas de años, quizás hasta su jubilación, no intervenir en ningún acto de guerra- limitándose su actividad a las propias del entrenamiento habitual, los desfiles y poco más.

Hoy en día- y más en estos conflictos en los que participamos por cuestión de correspondencia (no se puede ser miembro de la OTAN y no participar en sus acciones), no se puede ser miembro de la ONU y desentender sus peticiones de apoyo en las misiones que se aprueban para mantener un cierto orden mundial- hoy en día los soldados se “enganchan” como otros se ofrecen en una obra, en un taller, en una fábrica: a cambio de un salario. Unos eligen las ocho horas diarias de duro trabajo, otros el uniforme y la posibilidad de no dar golpe en su vida, también el riesgo de perder la vida en una acción. Como el peón de albañil en el andamio. Deberían tener semejante trato frente a un accidente de trabajo, máxime cuando el oficio del soldado es correr riesgos, guerrear, el de un trabajador es sólo trabajar, no morir subiendo ladrillos en una obra.

09.12.08

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